Una vida en un clic
No sé si hace ya dos, tres años o cuánto tiempo exactamente pero, el día que me animé a darme de baja del boletín de noticias por correo electrónico de El País, tomé una buena decisión. Una buena decisión para mí, para mi persona, mi equilibrio emocional, mi forma de pensar, quién quiero ser, cómo quiero levantarme cada mañana.
Lo mismo da hablar de El País que de cualquier otro periódico. La inmensa mayoría de las noticias son un bajón. Un bajón de estado de ánimo, de azúcar, de tensión, de alegría, de vida. Accidentes, fraudes, maltrato, asesinatos, guerras, muertes. Si por lo menos nos enseñaran a tener otro tipo de relación con estas situaciones, todavía tendría sentido permitirme pasearme por esos titulares. Si nos contaran a una edad razonable (no es plan fastidiarse la infancia de antemano tampoco) que la vida es una lotería… Cosa que sabemos pero obviamos, ignoramos. Tema tabú. Si nos dijeran que la vida es REALMENTE una lotería, que caemos como moscas, que hoy estás aquí y mañana no, que en prácticamente todas las familias hay, más cerca o menos, enfermedad y muerte. Si tuviéramos otra visión hacia la muerte; si yo fuera capaz, porque no quiero culpar al exterior, de mirarla de otra manera, tendría una relación más saludable con la vida, con el ciclo de la vida. Podría llamarse «El ciclo de la vida y la muerte». Tres palabras más pueden cambiarte la perspectiva para siempre. Pero no es así.
El caso es que, no importa los años que pasen por mí, las noticias (entiéndase como las de medios de comunicación genéricos) siguen provocándome una profunda desazón. No me inmunizo ante las tragedias por mucho que sigan el mismo patrón. Me entristecen, me quitan esperanza, me causan vacíos y hastío hacia el ser humano. Y no quiero eso para mí. Aunque eso suponga a ojos de la sociedad convertirme en una «inculta», no estar al día, no enterarme de qué pasa en el mundo. ¿En qué beneficia a mi evolución como persona «mantenerme informada»? Yo decido de qué informarme. Yo escojo qué ver, qué leer, qué escuchar. Y mi preferencia no son los periódicos ni las crónicas políticas ni los programas de cotilleo.
No obstante, hay cosas que, a pesar de mi voluntad por evitarlas, te llegan. Y me resquebraja el alma saber que alguien, que por supuesto no ha sido ni será la única, se ha suicidado a causa de la falta de empatía ajena (en concreto, por la difusión de un vídeo sexual). A alguien le ha superado tanto la situación, las ansias de morbo hacia su vida privada en este caso, que ha optado por quitarse de en medio.
Estoy horrorizada. Me horroriza lo fácil que es provocar que una persona se pierda de sí misma, que alcance tal nivel de desesperación que escoja morir. Desaparecer voluntariamente sin posibilidad de retorno. Solo hace falta una palabra, un cotilleo, un rumor, un mensaje, un vídeo con algo íntimo, inadecuado de compartir, dañino. Por no hablar de las situaciones de acoso intencionado y continuado. Me da verdadero pánico la posibilidad de causar ese daño, de desencadenar un sentimiento así en alguien por una acción mala y egoísta.
Como no podía ser de otra manera, esa noticia me llevó directamente a otra del palo «Suicidios en España». Estadísticas difíciles de concluir por ser tema tabú. Eufemismos como «accidente» bailando con cifras. Cifras que son personas con vidas, sueños y seres queridos rotos. No niego que es un tema peliagudo, pero eso no justifica tratarlo de pasada. Personalmente, y aunque quizá me embarre por afirmar lo siguiente: trato de empatizar con el deseo de desaparecer. Aunque sacuda mis entrañas, intento aceptar la libre elección de las personas. Tan simple como procurar entender que no todo el mundo quiera seguir aquí, aunque naturalmente asuma que, si no todos, un porcentaje de suicidios podría evitarse de tratarse de otra manera. Y este es uno de ellos.
Nos falta consciencia. Nos falta respeto. Nos falta aplicar sentido común hacia lo que está bien y lo que está mal, que no es más que aquello que provocará gozo o daño en los demás. Hay circunstancias en tonos grises, claro que sí. Pero otras son muy claras. Como compartir un vídeo sexual de otra persona. Blanco y en botella.
Hace ya tiempo también que decidí vaciar mi Facebook. Me resisto a quitármelo porque sus puntos positivos me resultan realmente de provecho, como acceder a ciertos grupos y estar en contacto con gente. Así que encontré la forma más sana, para mí, de mantenerlo. La fiebre por limpiarlo me entró tras ver el último episodio de la serie de documentales Hot Girls Wanted: Turn On, en el que se cuenta el caso de una adolescente que reprodujo por una red social, Periscope, la violación en directo de su amiga. Soy incapaz de describir lo en shock que me dejó aquella historia, lo congelada que me sentí durante cada minuto. No es que entrara a saco en detalles escabrosos pero solamente la idea de que las ansias de divulgación y atención pública superen al más puro instinto de ayuda y consideración humanas… Me horrorizó. Era la guinda que me faltaba junto con la proliferación de haters protegidos por la pantalla y la expansión de noticias falsas para negarme a formar parte de ello. Lo respeto, obviamente, cada uno decide en qué utilizar su tiempo. Siempre que no se ataquen los derechos de los demás, que parecen estar colgando de una línea moral muy delgada y, a menudo, vulnerada.
Es curioso cómo, tras la desgracia, se hace el silencio. Vienen el despertar y la reflexión. Cuando ya es demasiado tarde. Así somos, vendiendo almas, las nuestras y las de los demás, por likes y comentarios. Por recibir atención, por sentirnos menos pequeños, por lo que sea que nos transmite tanta euforia interna que nos hace olvidar nuestro poder de destrucción y nos separa de lo que nos hace humanos.
Aprendamos a no ser partícipes ni cómplices de estas actitudes, por favor.
El éxito de los videoclips musicales «sexuales»
Supongo que muchos os habréis preguntado qué tienen ciertas canciones y, sobre todo, sus videoclips, como para atraer tanta atención y conseguir la amplísima difusión online de la que gozan. Canciones del tipo…
Es decir, animadas, rítmicas, y bastante similares entre unas y otras, partiendo siempre de los mismos patrones. Todo cuerpo, giros, caderas, figuras sinuosas y caras bonitas. ¿Por qué esta superficialidad que nos desboca y, aunque no nos encante la melodía, nos hace quedarnos ansiosos, expectantes, como con ganas de más, una y otra vez ante las mismas imágenes?
Porque el morbo nos engancha. El significado de esas letras, el sentido sexual de las relaciones entre los personajes de esos vídeos, su belleza física anhelada por todos, su poder de seducción, su mundo en el que los sueños se ven fácilmente cumplidos a través de bailes, miradas y sonrisas. Sus cuerpos perfectos, sus universos maravillosos.
El placer, el triunfo, el éxito, la alegría, la euforia contagiosa. Y, en otras ocasiones, como podéis comprobar en la siguiente canción (muy de moda actualmente): la cercanía, la pura ambición, la manifestación del deseo cuasi-concedido, junto con el ansia de considerarlo posible y tangible… Tenerlo ahí mismo dejándote con la miel en los labios, básicamente.
Mil y un factores tanto conscientes como subconscientes (en determinados casos altamente favorecidos por las edades tempranas y la condición del género femenino) que se funden con la inteligencia de ellos, los dueños de tantas provocaciones totalmente intencionadas, y sus simpáticas artimañas, con las que nos tientan estratégicamente, sabiendo perfectamente por dónde cogernos y llevarnos.
Ante la duda, obsérvese al público de este muchacho brasileño en el vídeo, cuya canción Ai se eu te pego ha alcanzado la fama mundial, favorecido (todo hay que decirlo) por el baile que hicieron los futbolistas Marcelo y Cristiano Ronaldo celebrando un gol. Por cierto, acabo de comprobar que Michael Teló tiene 30 años. ¡Quién lo diría!
Así pues, crea un producto sencillo, sexy y con una coreografía semi-erótica y el éxito está asegurado. Y si no hay baile, no importa: con un rostro atractivo y una letra mínimamente parecida a una declaración de amor (o de deseo), suficiente.
Próximamente, en relación con este tema: breve análisis de los anuncios de colonias y perfumes.