Archivo

Posts Tagged ‘balance’

Ese pellizco / That ache

Ese pellizco que te encoge el corazón, que lo sientes en el pecho y no sabes cómo quitártelo. Ese pellizco del desamor, de la decepción amistosa, de la pérdida de un ser querido, de un trabajo insatisfactorio, de cualquier tipo de sensación relacionada con el fracaso personal.

Ese pellizco que no tiene más razón de ser que tu propio egoísmo. Porque si está ahí es debido a que algo no te ha salido como te gustaría. Este es el inicio del pellizco, el primer golpe, el impacto, lo inesperado. Hasta ahí, aún tiene sentido, no estaba previsto. Pero si luego se prolonga, si luego permites que permanezca en ti, es exclusivamente tu culpa y de nadie más. Porque hay una puerta que mantienes abierta cuando deberías cerrarla. Porque anhelas algo que ya no está, y el deseo de que vuelva de alguna manera te impide avanzar y levantarte cada mañana con ganas de emprender nuevas hazañas.

«Cuestión de tiempo».  Sí, pero de ti depende cuánto. Todo el que estés dispuesto a darle. «Ven, pellizco, ven, quédate aquí dentro calentito, no te vayas todavía. Quizá me llame, quizá se disculpe, quizá tenía que haberle dicho esto y aquello mientras aún vivía, quizá la situación mejore en la oficina».

Mierda mental. Eso es lo que te estás echando encima. M-i-e-r-d-a m-e-n-t-a-l. Aprende a cerrar etapas. Aprende a verlo como algo natural. El mundo no está en tu contra, tú eres tu propio enemigo, el primero que pone inconvenientes a tu propio equilibrio emocional. Mira a tu alrededor, queda con las personas que aún están a tu lado, habla de cosas interesantes, lee, ponte una buena película (mejor si es cómica en estos momentos), escucha música, canta, baila. No pierdas un instante regodeándote en el pasado, el presente es el que te pertenece y el que marcará tu futuro. Cógelo y úsalo bien.

Nada ni nadie es imprescindible. Repito: nada ni nadie.

desapego

That ache that is covering your heart, that you feel deep inside your chest and don’t know how to get over it. That ache due to the lack of love, a friendship disappointment, the loss of a loved one, the dissatisfaction with your job, and any kind of feeling related to your personal failure.

That ache whose reason to be there is just your own selfishness. Because it’s there because something didn’t happen like you would have liked. This is the beginning of that ache, the first strike, the impact, the unexpected fact. It still makes some sense so far, it wasn’t predictable. But if it remains afterwards, if you let it stay on you, it’s only your fault, nobody else’s. Because you are keeping that door opened when you should close it. Because you are yearning for something that is not here anymore, and the desire of it coming back at some point is hindering you from moving forward and getting up every morning feeling like learning and doing new things.

“A matter of time”. Yes, but how long it depends on yourself. All the time that you decide to give it. “Come, ache, come, stay warm here inside, don’t leave yet. He/she might call me, he/she might apologize, maybe I should have said this and that to him/her while he/she was still alive, the situation at the office might change”.

Mental shit. That’s what you have. M-e-n-t-a-l s-h-i-t. Learn to finish phases. Learn to see it as a natural thing. The world is not against you, you are your own enemy, the first one who raises objections to your own mental balance. Have a look around, meet the people that are still with you, talk about interesting subjects, read, watch a good movie (better if it’s comic for these moments), listen to music, sing, dance. Don’t lose a minute by thinking that much about your past, your present is the one that belongs to you and the one that will determine your future. Take it and use it properly.

Neither anything nor anybody is essential. I repeat: neither anything nor anybody.

Tres meses en Londres

Muy buenos y tempraneros días para la hora a la que me acosté. Hace bastante tiempo que perdí la capacidad de quedarme durmiendo hasta las tantas de la tarde después de trasnochar, lo cual resulta una auténtica pena ya que no por eso suelo aprovechar más estas horas en vela.

¡Pero hoy no es el caso, que llevaba más de una semana sin escribir! Pues eso, llevo tres meses en Londres. Hoy, tres meses y un día. Me vine un 12 de febrero (o el 11 incluso… Buena memoria, María) para Londres, esa ciudad tan llamativa, atractiva, conocida y respetada a nivel mundial, ¿verdad? Ya me imaginaba que sería bastante cosmopolita, pero este nivel se sale de lo normal. Nunca se sabe de qué vas a estar rodeado en el metro, por las calles, los locales. Escuchas acentos de todas las nacionalidades, reconoces a mogollón de españoles cada día que te asomas a las multitudes. En el metro de Madrid, probablemente te cruces con gente de toda España y bastante de fuera, pero en esta ciudad lo difícil es encontrarte con británicos.

Volviendo al tema que me trae hoy por aquí: ¿está valiendo la pena? Por supuesto. Durante mi primer mes y medio aquí, la verdad es que las cosas no fueron en absoluto fáciles. La gente te ayuda mucho, desde luego, desde los compañeros de trabajo hasta las propias personas a las que les consultas algo por la calle, pero nunca imaginé que tendría que mudarme dos veces en ese tiempo y pasar por tal desfase económico entre unas fianzas y otras, alquileres y la vida en general en esta ciudad, que se acopla totalmente a la definición de «muy cara», aunque sigo pensando que esto es cuestión de ir explorando sitios. Todo ello sumado a un batiburrillo de movidas personales complicaron en gran medida mi adaptación a este país pero puedo asegurar firmemente que en ningún momento pensé en volverme, se quedó en que estaba teniendo una suerte de pena.

A pesar de llevar tres meses, al tener otros tantos por delante durante las prácticas que estoy haciendo, no me he afanado en hacer demasiado turismo, solo al recibir un par de visitas, pero realmente lo básico de Londres lo tengo más que visto. Ahora la idea es profundizar todo lo posible, investigar a fondo esta fantástica oferta cultural y de entretenimiento que cada día nos brinda la capital británica. Es decir, pasar de lo que vería un turista a lo que viviría un ciudadano local y de cotidianeidad ya establecida. ¡En Trafalgar Square mismo hay un concierto cada vez que paso por allí!

Tampoco estoy segura de ir mejorando muchísimo mi inglés. En gran medida, comparado con cómo vine, apuesto a que sí, pero me veo un pelín atascada. Sigo pensando que el aprendizaje es una cuestión de lo más autodidacta, al igual que toda cualidad o capacidad que se quiera potenciar en uno mismo al máximo, así que ahí voy, medio enganchada a Lost en versión original (a buenas horas; gracias, FBI, me quedaré en la primera temporada) con subtítulos, que si no no pillo ni jota; escribiendo dictados de esta maravillosa página web (vais a «Levels» y probáis en cuál no os desesperáis escuchando y redactando), con libros en inglés pendientes de coger (cuando acabe Leviatán de Paul Auster en español, que me está encantando) y ojeando la portada del periódico The Guardian todo lo posible, aunque ya solo con la mitad de los títulos me quedo descolocada, estupendo…

A su vez, esos autorrealizadores hábitos como son el cocinar comidas medianamente decentes (junto con apartarse del consumo de chocolate diario, maldita sea, qué abuso, no sé cómo quepo aún en mi ropa) y hacer algo de ejercicio también se hallan en proceso de adoptarse por completo. Vienen y van pero sé que muy pronto se quedarán. Sinceramente, se puede comer de manera sana perfectamente aquí si pones un mínimo de interés y esfuerzo en ello, aunque naturalmente la dieta mediterránea siempre será la mejor, al menos para mí. La dieta de mi madre, vamos.

¿Vida social? A saco, sin duda. Opino que es extremadamente fácil conocer a mucha gente de sopetón cuando llegas nuevo a un sitio, aunque a la vez creo que luego te vas definiendo, decantando más por unos que por otros, averiguando lo identificado que te sientes en unos círculos determinados… La mayoría de los cuales, como no podía ser de otra forma, son españoles. Muy mal, fatal, terrible, lo sé. Aún cuento con otros tantos (los menos) con los que hay que ponerse angloparlante, pero tengo que pulir este tema urgentemente. Probablemente una acertada opción sería compartir piso con extranjeros si me quedara en este país, mas para tener esto confirmado he de encontrar una ocupación estable tras las prácticas. Ya se verá, queda lejos aún.

España se echa de menos, sin duda. O más que España como tal, la familia y los amigos. El clima no me afecta mucho que digamos, aunque hemos tenido un mes largo de lluvia intermitente bastante pesado, pero la parte emocional es la que toca la fibra sensible, por muy independiente que me considere. Hace unas semanas me hice a mí misma el propósito de tratar de visitar Jerez al menos una vez cada dos meses (distíngase a la derecha mi querida luna llena de cuando estuve allí en Semana Santa). No me gustaba nada la idea de ver a mis padres 3 veces al año, la verdad. Sin embargo, los vuelos están carísimos. Valiente boquete económico está hecho esto. A Madrid también se intentará ir, por supuesto, lo considero mi segunda casa (ya llevo tres, a ver cuál es la siguiente tras Londres) pero bueno, como todo actualmente: «a ver qué pasa».

Total, que animo a huir a todos los que aún no os hayáis atrevido, aunque sea temporalmente. Tenía pendiente irme al extranjero desde la carrera y si ha ocurrido este año es porque era el momento idóneo. Me mantengo activa, hago currículum, conozco gente y lugares nuevos y, en general, vivo una experiencia tan recomendada como útil para la retroalimentación vital. Eso sí, alucinante lo rápido se me está pasando, qué vértigo…

Y con esto y un bocata de lomo (me lo trajo mi última visita española :D, gracias!!!), me voy en breve a Hyde Park de picnic. ¿Quién dijo que los domingos son un asco? ¡Que paséis un buen día!

Balance personal del año 2011

Sé que este post debería haberse escrito el 31 de diciembre de dicho año pero bueno, nunca es tarde para reflexionar un poco sobre el año pasado. Si me permitís, lo voy a adornar con varios de los mensajes que personas anónimas escribieron para que fueran expuestos en aquellas bolas gigantes que colocaron en septiembre en la Plaza de Callao de Madrid y que iban ofreciendo sus deseos y/o propósitos uno detrás de otro, apareciendo y desapareciendo paulatinamente, y durante las 24 horas del día.

¿Qué puedo decir? Un año intenso. Tela. Un año para ponerme a prueba más que nunca. Un año en el que he visitado Roma, Amsterdam y Bélgica (hacedme el favor de ir a Brujas, ciudad de ensueño como pocas, con pareja si es posible), he terminado la doble licenciatura de Periodismo y Comunicación Audiovisual, he pasado mi primer verano en Madrid, me he operado de la vista y he vivido de primera mano una revolución política y social de reconocimiento universal. Un año en el que hasta las lágrimas derramadas y las decepciones sufridas han valido su peso en oro para curtirme y hacerme tal y como soy.

Difíciles últimos meses de carrera. Poco tiempo libre, tensiones varias compañeriles, incertidumbre total hacia el futuro. Y, tal y como empezó mi aventura académica en la capital, terminó, igual de rápido. He de reconocer que, aunque cara de cojones, la Universidad Europea de Madrid me parece buena. Más que buena, al menos en las ramas de la comunicación. Muchísimas prácticas, profesores cercanos y bien entendidos en sus materias, disponibilidad libre de instrumentos de todo tipo (eso sí, no te retrases un día en devolver una cámara, que te sancionan un mes), acceso permanente a las diferentes salas con sus programas o útiles determinados…

Probablemente, un error ha sido no aprovechar mejor todas estas posibilidades, no haber sido más autodidacta. En fin, no vamos a lamentarnos por lo irremediable. Y tampoco nos engañemos: una preparación excepcional pero en cuanto al curro garantizado me han dado por saco.

Un verano espectacular en Madrid. Alucinante, precioso, emotivo. Entre semana, sus madrugones para ir a las prácticas y las siestas no me las quitaba nadie, junto con las reuniones semanales con mi consejo de ministras particular. Los fines de semana, la vida se transformaba. Jerez, el festival de Benicasim, Tarragona, Chipiona, Benidorm, Sevilla. Madrid y todo lo que ofrece, por supuesto. Sin olvidar, ya que hablamos de turismo, la visita primaveral al País Vasco y a Logroño en Semana Santa.

Septiembre: fin del contrato de las prácticas. ¿Y ahora qué? Frente a la espera eterna para que alguien notara mi existencia como profesional, tenía que hacer algo, sobre todo al estar pagando un alquiler en Madrid. El resultado fue apuntarme a una academia de inglés para intentar sacarme el Advanced. Y digo intentarlo porque, aunque mi nivel era para aprobarlo, el examen no me salió bien. Así que nada, a seguir mejorando el idioma de todas formas. Ya nos veremos las caras el resultado y yo dentro de unas semanas.

Lo que no me esperaba era que el ambiente en una academia de inglés pudiera tener tantísima vida. Qué gente tan fantástica me he encontrado en ella, madre mía, y qué buen rollo y qué ilusión de relacionarse con seres a los que te apetece verlos, que te alegran el día con simplemente su presencia, que cuentan contigo desde el primer día y sin conocerte de nada. Gente que brilla, que destaca, que te iluminan y te hacen confiar más en el género humano.

Sin embargo, una vez realizado el examen… Vuelta a casa. Cuatro meses enviando el currículum y varias ocasiones en las que parecía haber esperanza cuando al final resultaba que no. Pues nada, vuelta al nido familiar a investigar otras opciones, a ser posible en el extranjero. En este tema no hay nada concreto todavía, ya se irá viendo.

Un mes de diciembre apacible. Celebrando como correspondía el haber hecho el examen del Advanced por fin, haciendo las maletas, sufriendo las despedidas y experimentando el sabor dulce de unas vacaciones más largas, después de un año y medio sin tenerlas. A gustísimo entre mi familia, a los que más quiero en este mundo; recuperando un poco el hábito lector, perdido entre phrasal verbs y sus puñeteros sucedáneos; haciendo, aleluya, ejercicio, tras unos seis años de sedentarismo. Restableciendo contacto también con las amistades de mis orígenes, por supuesto.

Así pues, dejándome muchas cosas en el tintero, me despido del año 2011 con una gran sonrisa, la verdad. Gracias, 2011, por todo lo que me has enseñado, tanto lo bueno como lo malo. Gracias por decirme adiós con el inmenso regalo de contar con una nueva personita en mi vida desde hace muy poco pero que parece prometer mucho, y gracias por todas con las que me he relacionado. Pero, sobre todo, gracias por haberme dado la oportunidad de creer en la fuerza de la amistad a través de los dos especímenes más maravillosos que se han podido cruzar en mi camino. Y catalanes, con un par.

Le deseo un feliz 2012 a todas esas personas que quiero, aprecio y que me han aportado algo, y a todos aquellos que se lo merecen. Este es nuestro año, ni crisis ni hostias.

¡Un abrazo!